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ACERO Y PLATA DE LUNA

Mike Blackness. Fragmento n 13. La mutación sincopada del camaleón

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Pero la decisión ya está tomada. Nuestro individuo, protagonista de la velada, de nombre John Lee en este universo, ya lo tiene decidido desde el principio. Todo este coqueteo sobra. Es un mero tontear para rellenar el tiempo, para disfrutar del local, para saborear la bebida y también, por qué no, para conocer mejor a la elegida, a la única que importa y detectar qué resortes hay que pulsar para que ella no se escape, para que caiga en sus redes, y acabar el día como él desea: una deliciosa velada en el apartamento de ella o en su hotel. Ese es el único objetivo de nuestro hombre y el desenlace óptimo después de tanta búsqueda infructuosa, de tanto paseo dimensional, de tanto marear la perdiz, una y otra vez en el mismo sitio, diferentes establecimientos, diametralmente opuestos unos de otros, pero siempre, siempre las mismas coordenadas.

Myrna es alta y posee unas medidas de escándalo, un cuerpo absolutamente perfecto. Sus preciosos ojos marrones de mirada profunda gobiernan su rostro, no tan armonioso como su cuerpo pero con la impagable cualidad de que cuanto más lo miras más bello te parece; nunca te aburrirás de mirar esa cara. Myrna es una mujer preciosa, una auténtica campeona, pero es morena. La elegida es Samantha. Quizás no es tan perfecta, ni tan alta, ni tan elegante como Myrna pero lo compensa con una simpatía natural y unas curvas de infarto. Tiene lo que se dice un buen trasero y unos pechos generosos, que el escotado y ceñido vestido que ha elegido para la velada apenas trata de disimular. Qué más se puede pedir. Su cara es fina, ligeramente aniñada y sus chispeantes ojos azules están siempre dispuestos a reír. Y claro, Samantha es rubia.

Resulta que nuestro hombre tiene fijación por las rubias. Es bueno saberlo.

Cuando llega el momento de la verdad, es decir, cuando la mánager del restaurante le informa de que finalmente ya tiene la mesa preparada, John se las arregla para quedar bien con Myrna, sin comprometerse a nada, e invita a Samantha a comer con él, allí mismo, en ese preciso instante, para qué esperar a citarse otro día. Ellos están ahí y ahora, han conectado. Samantha está tan contenta por ser la elegida, se siente tan embriagada por la sensación de triunfo, que no lo duda un momento, no le importa dejar tirados a sus amigos, no se para a pensar que tal vez sea un poco precipitado, que, en realidad, no conoce a ese hombre de nada, que quizás se está dando poco valor a sí misma aceptando esa cita improvisada.

Pero ya está hecho.

Ahora están a solas, disfrutando de una cena romántica. La comida es excelente, el vino inmejorable, el ambiente magnífico. Se lo están pasando de maravilla. Para Samantha, a sus tiernos veintipocos años aquello es una auténtica aventura, está excitada, siente que ellos son el centro de todas las miradas en aquel restaurante. Aquella cita improvisada parece estar en boca de todos. Su imaginación se eleva hacia el techo del local y desde esa altura se observa a sí misma y a su atractivo acompañante como a través de una mirilla. O mejor, como si aparecieran en una pantalla de cine: los felices protagonistas de una película de Hollywood. No hay que hacer un gran esfuerzo para imaginar que el género cinematográfico que Samantha ha elegido para su ensoñación ha de ser por fuerza el de la comedia romántica; el thriller, francamente, tenía pocas posibilidades; una película de terror, ni se plantea, se descarta automáticamente.

¿Y allí, en Inglaterra, tienes a alguien que te espere?, pregunta Samantha a John en un momento dado, justo antes de pasar a los postres. Las burbujas del champán del aperitivo y el vino consumido durante los dos primeros platos ya han hecho efecto en su organismo y la han vuelto, si cabe, más osada. Quiero decir, se explica, que estamos tú y yo aquí, monísimos, intimando de lo lindo en el transcurso de esta maravillosa cena y, a lo mejor, tienes en Londres una novia, prometida o algo peor. Por favor, no me hagas reír, piensa John, ¡novia! qué poco apropiado para alguien como yo. Sería una novia tan efímera que no merecería tal apelativo. Pero contesta algo más trivial, menos embarazoso: he tenido algunas relaciones, pero ahora mismo no hay nadie importante en mi vida, como se suele decir estoy soltero y sin compromiso. ¿Y, qué me dices de ti? Libre como un pájaro, contesta Samantha, feliz con la respuesta de él, sonriendo con todo su cuerpo, etérea, brillante.

Cuando Samantha y John salieron del restaurante se dirigieron a un local de moda y se tomaron allí un par de copas entre cálidos besos, música agradable y dosis adecuada de luz y oscuridad, rodeados de otros jóvenes como ellos, sumergidos también en procesos similares de enamoramiento o sometidos a la tiranía de la noche que les impelía a buscarlos inexorablemente. Cuando se cansaron del bullicio y sintieron que necesitaban más intimidad se dirigieron al apartamento de ella.

La puerta se cierra tras ellos y es en ese instante que la noche se parte en dos. Sí, es cierto que Samantha y John han llegado a ese momento en un estado de gran excitación, compartido por ambos, después de una noche mágica en la que se han encontrado, en la que se han conocido y han conectado, no del todo por puro azar ya que John acechaba, buscaba incansablemente. Pero, a partir de ahora, la secuencia de los hechos se bifurca salvajemente entre lo esperado, lo deseado por Samantha, y lo codiciado y planificado hasta el más mínimo detalle por John.

En cuanto se encuentran a solas en el apartamento se produce, en primera instancia, un cambio apenas perceptible en la actitud de John. Samantha lo nota, a pesar de la dosis considerable de alcohol que satura su organismo y adormece sus sentidos y a pesar de su propia agitación ante la proximidad de la consumación del acto sexual, como colofón a una noche perfecta. Quizás tenga algo que ver con su mirada, Myrna la juzgó inquietante hace apenas unas horas, pero ahora quizás se aprecia algo más, un brillo maligno en esos preciosos ojos verdes. O tal vez sea porque John empieza a abandonar esa actitud cariñosa que le ha acompañado durante toda la velada y se muestra más autoritario en la soledad del apartamento. En cualquier caso, es suficiente para que Samantha sienta como un escalofrío recorre su columna vertebral.

Pero esta reacción natural de su cuerpo, que es como un aviso premonitorio no será suficiente para salvar a esa preciosa chiquilla. No nos engañemos, todos sabemos que John es tan sólo una faceta dimensional del Sujeto 237, ese salvaje asesino en serie que ha sembrado el pánico a través del Multiverso, destrozando la vida de jóvenes indefensas.

John percibe en Samantha ese pequeño titubeo, observa con atención esa recién aparecida desconfianza en los ojos de ella y en su cerebro de depredador se produce un click que le avisa para poner el marcha la maquinaria del último acto de la noche. Un desenlace del que no podrán disfrutar los dos, ya que el éxtasis de él significa invariablemente la muerte para ella.

Esa es la terrible verdad.

La excitación sexual que era tan evidente en ella hace apenas unos instantes desaparece por completo, como si nunca hubiese existido, mientras que en él se dispara de cero a mil.

De repente, todo se precipita.

Él la coge del cuello y al mismo tiempo que se yergue desde el sofá en el que permanecían sentados, la levanta con una fuerza descomunal y le mira directamente a los ojos, a menos de un palmo de distancia. Ella pierde el conocimiento.

No se ha desmayado por la presión en la garganta, es el terror que le ha invadido de golpe. Han sido los ojos de él que como espejos le han mostrado lo que va a ser de ella.

Ha visto su propia muerte reflejada en esos ojos.

Y quizás ha comprendido, todo ello en un segundo, con la asfixiante presión de la manaza de él oprimiendo su delicado cuello, que ese ser ha estado ahí siempre, detrás de esos ojos. En ningún momento se ha ido. John no se ha transformado de golpe en un psicópata, no se trata de un moderno Doctor Jeckill y Mr. Hide. En la misma persona conviven los dos, el encantador muchacho que la ha seducido y el animal de apetito desmedido que necesita matarla para llegar al éxtasis sexual.

John no suelta a su presa. En un estado de máxima exaltación, arrastra a Samantha por el cuello hasta la mesa del comedor, que se encuentra apenas a dos metros del sillón, la tiende boca arriba, extrae un cuchillo de una funda que llevaba oculta en su espalda y se lo hinca con fuerza en el cuello. El puñal secciona la arteria carótida, atraviesa el cuello y se queda clavado en el tablero de madera, dejando de esa manera el cuerpo de ella fijado a la mesa. El monstruo observa con delectación como la pobre muchacha se desangra rápidamente.

En cuanto ella exhala su último aliento, John, como un animal en celo, se desabrocha el pantalón que estaba a punto de reventar y, babeando, le sube el vestido empapado de sangre, le baja las bragas hasta las rodillas, le abre las piernas y la penetra con violencia, saciando así sus depravados instintos necrófilos.

Cuando su fiebre lujuriosa explota, finalmente, John profiere un grito grave, que resuena amplificado en esa sala sin almas, y se desploma encima del cadáver de Samantha. Permanece un tiempo indefinido allí, empapándose con la sangre de ella, descansando, retozando, relajándose o lo que quiera que haga después de cometer una atrocidad tal que hace desear el fin de una civilización que permite la existencia de ese ser abominable.

Al cabo de un rato, como en trance, John se separa de su víctima, se baja de la mesa y se sube maquinalmente los pantalones. No se limpia la sangre, ni recupera su cuchillo, ni se arregla la ropa. Se dirige a la ventana, cierra ligeramente los ojos y salta.

Samantha no se había despertado. Su rápido desmayo, en cuanto cayó el telón de las caricias y se impuso la realidad de la garra de hierro en el cuello y la mirada enfermiza, le ha librado de mayores padecimientos. Ha sido asesinada cuando aún dormía y eso le ha evitado un sufrimiento atroz. Su alma ya no estaba allí cuando aquella aberración de la naturaleza ha tomado su cuerpo.

Se ha producido un cambio importante en el modus operandi del Sujeto 237.

Es un cambio de gran transcendencia.

Ya no se limita a buscar a sus víctimas entre prostitutas y chicas de compañía. El hecho de que ya no se circunscriba al círculo cerrado de las profesionales del sexo tiene varias consecuencias, todas ellas nefastas. En primer lugar, ahora el número de posibles víctimas se ha multiplicado exponencialmente. Además, estas mujeres están, si cabe, todavía más indefensas, al menos, las profesionales tienen alguna oportunidad de salvarse, saben a lo que se enfrentan, pueden estar prevenidas, algunas incluso disponen de un arma o cuentan con alguien, un proxeneta o un amigo o colaborador que está pendiente y que puede evitar, en última instancia, el crimen. En tercer lugar, este nuevo escenario complica sobremanera el trabajo de los policías para capturarle.

El Sujeto 237 se ha vuelto más impredecible.

Hoy ha abierto una nueva puerta, una puerta terrorífica, y ninguna mujer en el Multiverso está ya a salvo de ese depredador dimensional.

El psicópata ha mutado y seguirá haciéndolo, seguirá evolucionando y matando mientras algo no lo pare, hasta que el cielo y la tierra se conjuren para destruirlo o que alguien con la determinación, la fuerza y la audacia necesarias lo erradique de la faz de la Tierra.

 
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Mis películas preferidas

  1. Sin perdón de Clint Eastwood
  2. Blade Runner de Ridley Scott
  3. Pulp Fiction de Quentin Tarantino
  4. Kill Bill de Quentin Tarantino
  5. Django desencadenado de Quentin Tarantino
  6. Matrix de los hermanos Wachowski
  7. Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet.
  8. Drive de Nicolas Winding Refn
  9. Magnolia de Paul Thomas Anderson
  10. Gattaca de Andrew Niccol
  11. Casablanca de Michael Curtiz
  12. El Padrino de Francis Ford Coppola
  13. Uno de los nuestros de Martin Scorsese
  14. Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg
  15. Stoker de Park Chan-Wook
  16. La gata sobre el tejado de zinc de Richard Brooks
  17. Birdman de Alejandro González Iñárritu
  18. Una canción del pasado de Shainee Gabel
  19. La vida es bella de Roberto Benigni
  20. Un hombre soltero de Tom Ford
  21. Tiempos Modernos de Charles Chaplin
  22. Memento de Christopher Nolan
  23. Candilejas de Charles Chaplin
  24. Mientras nieva sobre los cedros de Scott Hicks
  25. Alta fidelidad de Stephen Frears
  26. Thelma y Louise de Ridley Scott
  27. Amor a quemarropa de Tony Scott
  28. Mulholland Drive de David Lynch
  29. El gran Lebowski de los hermanos Cohen
  30. Watchmen de Zak Snyder
  31. Apocalypto de Mel Gibson
  32. Tropic Thunder de Ben Stiller
  33. Madre de Darren Aronofsky
  34. La vida secreta de Walter Mitty de Ben Stiller

"Todas las familias felices se parecen unas a otras, cada familia desdichada lo es a su manera"

Ana Karenina León Tolstói

"Está bien ser uno mismo, pero sin exagerar"

Shinzaemon Shimada, samurai del film 13 asesinos de Takashi Miike

"La felicidad no es una estación término, es una manera de viajar"

Margaret Lee Runbeck

“He sido un hombre afortunado: Nada en la vida me fue fácil”

Sigmund Freud

"De Ezequiel 25:17. El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del valle de la oscuridad porque él es auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. ¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahveh cuando caiga mi venganza sobre ti!"

Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) Pulp Fiction

No he podido evitar ponerlo en el blog, me encanta. En una ocasión, cuando trabajaba de fotógrafo, le estaba haciendo una sesión a un muchacho y no se me ocurre otra cosa que ponerme allí en medio del parque a recitarle el texto de memoria. Todavía me acuerdo de la cara de perplejidad del chaval. No sé que pensó de mí. Nada bueno seguro.

Claro, el chico se llamaba Yahveh, por eso le monté el show. Gracias hermanita! Qué memoria!

"Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.
¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor.

No puedo escribir mientras estoy ansiosa, porque hago todo lo posible para que las horas pasen. Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra."

Clarice Lispector

"La auténtica patria del ser humano es el lenguaje"

Wilhem v. Humboldt

Ama tu ritmo y rima tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

Ama tu ritmo..., Rubén Darío

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.

La canción caía de los árboles,
y tras la niebla daban voces.

De una mirada encendí mi cigarro.

Cada vez que abro los labios
inundo de nubes el vacío.
En el puerto,
los mástiles están llenos de nidos,
y el viento
gime entre las alas de los pájaros.

LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO

Yo en la orilla silbando,
miro la estrella que humea entre mis dedos.

Noche, Vicente Huidobro

Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.

Aquí, Octavio Paz

El corazón del pájaro
El corazón que brilla en el pájaro
El corazón de la noche
La noche del pájaro
El pájaro del corazón de la noche

Si la noche cantara en el pájaro
En el pájaro olvidado en el cielo
El cielo perdido en la noche
Te diría lo que hay en el corazón que bulle en el pájaro

La noche perdida en el cielo
El cielo perdido en el pájaro
El pájaro perdido en el olvido del pájaro
La noche perdida en la noche
El cielo perdido en el cielo

Pero el corazón es el corazón del corazón
Y habla por la boca del corazón

En, Vicente Huidobro

El diamante de una estrella
ha rayado el hondo cielo,
pájaro de luz que quiere
escapar del universo
y huye del enorme nido
donde estaba prisionero
sin saber que lleva atada
una cadena en el cuello.

Cazadores extrahumanos
están cazando luceros,
cisnes de plata maciza
en el agua del silencio.

Fragmento de El diamante
Federico García Lorca

Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas.
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo.
Te has perdido entre las lágrimas.

Noches y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde lloras
Porque yo sé que estás llorando.
Me basta con mirarme en un espejo
Para saber que estás llorando y me has llorado.

Sólo tú salvas el llanto
Y de mendigo oscuro
Lo haces rey coronado por tu mano.

Poemas póstumos 3, Vicente Huidobro

Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?
Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás Altazor?

Fragmento del Canto I de Altazor, Vicente Huidobro

Dices que repito
algo que he dicho antes. Lo volveré a decir.
¿Lo volveré a decir? Para llegar allí,
para llegar donde estás, para llegar desde donde no estás,
tienes que ir por un camino donde no hay éxtasis.
Para llegar a lo que no sabes
tienes que ir por un camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
tienes que ir por el camino del desposeimiento.
Para llegar a lo que no eres
tienes que ir por el camino en que no eres.
Y lo que no sabes es lo único que sabes
y lo que posees es lo que no posees
y donde estás es donde no estás.

Fragmento III del poema "East Coker", de los «Cuatro cuartetos» (Versión de José María Valverde) T. S. Eliot

"Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar"

Cortázar

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