Drive, cine de culto

Thursday, 05 January 2012 05:37 Administrador
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Reconozco que no había visto ninguna película de Nicolas Winding Refn, uno no puede estar en todo. A partir de ahora será diferente. Será cuestión de hacerle un buen marcaje al director danés y visionar las que fueron y las que serán. En cambio, de Ryan Gosling las he visto todas. Desde Half Nelson lo tengo como el mejor actor joven con diferencia, y con un registro amplio de los de verdad. Aquella interpretación de Óscar y muy señor mío de un profesor adicto al crack me dejó petrificado. Memorable. Pero a lo que vamos. Cuando fui a ver Drive el día del estreno, el viernes, tenía muchas expectativas. Y eso no es bueno porque luego te pasa que sales defraudado, como aquella vez hace algunos años con Jackie Brown de Tarantino después de su obra maestra Pulp Fiction. Esta vez no salí decepcionado. Qué va, para nada. En la primera escena, una peculiar y pausada fuga en coche, nada que ver con las que hemos visto mil veces en mil películas, seguida de unos títulos de crédito en color fucsia y todo ello bañado por una música ochentera que le da un toque retro genial, ya te das cuenta de que tienes delante de ti algo diferente y estás enganchado y metido hasta el tuétano en la película.

Si tuviera que encuadrar Drive dentro de algún género, una primera aproximación sería el cine negro. Pero hay más, mucho más. Tiene algo de aquel cine criminal de los ochenta y funciona también divinamente como un thriller o un drama al uso. Pero sé perfectamente que he titulado esta crítica “cine de culto” y eso son palabras mayores. ¿Y por qué? porque aunque se puede encajar dentro de esos géneros y también tiene toques de película de serie b y de cine independiente, Drive tiene ese “algo” que le diferencia del resto. El director ha sabido crear una atmósfera propia. Por eso le otorgo el rango de cine de culto. En este sentido y salvando las distancias, me recuerda a Blade Runner, que para mí es la auténtica referencia. Y vale, es verdad que no es tan redonda ni tiene la increíble banda sonora de Vangelis que forma un todo con la película, ni, por supuesto, lleva treinta años siendo el mejor fllm de ciencia ficción, pero eso que estás viendo la película y lo notas, lo percibes en todo momento. Es cine de pura cepa. Es talento creativo cien por cien. Y no te creas que el guión es especialmente original. Porque, al fin y al cabo, te cuenta una historia que ya está contada, la del muchacho de pocas palabras que se enamora de la chica equivocada, en este caso casada con un ex recluso al que le reclaman un dinero y que, por tratar de salvar a la pareja y al hijo de ambos, se mete en un lío que acabará como el rosario de la aurora.

Magistralmente filmada, la película es una mezcla de poesía y violencia exacerbada a partes iguales. Me gusta el color del film y la fotografía, las tomas a cámara lenta. Me gustan las imágenes nocturnas de un Los Ángeles desconocido para mí y esa música ochentera evocadora que le va a la película que no veas. Me gusta la interpretación contenida de Ryan Gosling, pocas palabras, poquísimas, todo miradas. Me gusta, asimismo, la pausa que utiliza el director, y todavía más el estilazo que destilan algunas de sus escenas y para los que no la habéis visto todavía y tenéis intención de hacerlo, por favor no sigáis leyendo. Como no me va a gustar que venga Winding Refn y me sorprenda con dos películas en una, me propone 100 minutos y los primeros 50 se le van en presentarme al conductor sin nombre, sin pasado y en un precioso enamoramiento de chiquillos lleno de silencios y de miradas cómplices. Cómo no me va a gustar que, tras un punto de inflexión en la escena del pasillo cuando ya ha aparecido el marido y rompe el imposible romance, con esos diálogos minimalistas que con tan poco dicen tanto, venga el imprevisible director danés y en un giro copernicano me presente la cara b de driver/Gosling, como un moderno Dr Jekill y Mister Hyde. En la segunda parte de la película este conductor sin nombre que tenía futuro en las carreras de coches, encarna al perdedor enamorado que para salvar a su amada y, manda tela, al marido y al hijo de ambos, y como si de un western se tratase, se embarca en una espiral de violencia, en la que acaba muriendo, a excepción de la mujer y el niño, hasta el apuntador. Cómo no me va a gustar la mirada que pone driver con la cara llena de sangre y de tensión justo después de acabar con dos matones que venían a liquidarle en una brutal escena. En fin, cómo no me va a gustar la sublime escena del ascensor, cine en estado puro, de alto voltaje, que fusiona las dos películas en una, que por sí misma resume toda la película, que es la película en sí misma: los enamorados y el asesino en el ascensor, la cámara lenta, la bajada de la intensidad de la luz, la tenue luz enfocando el apasionado beso, la pausa infinita, la vuelta a la realidad, la aceleración de la acción, la lucha con el asesino, la salvaje manera de acabar con él, casi insoportable de ver, la mirada aterrorizada de la chica en estado de shock. ¡Ufff! Os lo he dicho, cine de culto.