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ACERO Y PLATA DE LUNA

Cine Mientras nieva sobre los cedros o una excusa para divagar sobre cine

Mientras nieva sobre los cedros o una excusa para divagar sobre cine

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Mientras nieva sobre los cedros, es un largometraje dirigido por Scott Hicks en 1999, tras la magnífica Shine de 1996. Me encantó Shine, gran, gran película y me maravilló la genial interpretación de Geoffrey Rush, oscar al mejor actor por esta cinta. ¿Por qué hablo de Shine? Porque es la razón principal por la que fui a ver Mientras nieva sobre los cedros. En numerosas ocasiones voy al cine a ver una película y no tengo ni idea de que va. De hecho ya me encargo yo de no enterarme antes de tiempo de la trama del film, bien sea evitando leer la sinopsis en la cartelera, bien sea negándome a ver el tráiler cuando estoy atrapado en una sala a punto de empezar otra película. Si habéis visto en un cine a alguien haciendo aspavientos, cerrando los ojos, tapándose los oídos e incluso tarareando en un intento desesperado por no ver un tráiler, ese podría ser yo, sin duda. Y en esas ocasiones elijo la película por el director, por su trayectoria, porque su anterior film me gustó, etc. Ya sé que cada largometraje es un mundo e intervienen muchos agentes y que el productor, los actores, el director de fotografía, el responsable del casting o el de montaje pueden tener mucha responsabilidad en el éxito o fracaso del proyecto, pero para mí el director es el artífice máximo de una película. Es el creador. Me imagino que esta paranoia cinéfila puede ser muy obvia y que la mayoría de la gente puede tener una opinión parecida, pero me gusta dejar las cosas claras.

Mientras nieva sobre los cedros está basada en la novela del mismo nombre de David Guterson, ganadora del premio Pen/Faulkner y que además de gustar a la crítica tuvo una gran acogida entre el público. Partir de una buena novela no garantiza para nada hacer una buena película y en este caso Scott Hicks, que firma el guión junto con Ronald Bass, hace un trabajo magnífico y no era tarea fácil. ¿Qué le pido yo a una película? Yo quiero que me cuenten una historia, a ser posible que me sorprendan y si no es así como mínimo que me la cuenten bien. Quiero un guión sólido y sin trucos, que los personajes sean creíbles, humanos, que me pueda sentir identificado con ellos y que los intérpretes estén bien elegidos. Me gustaría que fuera visualmente bonita, con una banda sonora que inspire y, sobretodo, que la película me transmita algo, que me emocione. Ni más, ni menos. ¿Y que ha hecho Scott Hicks con Mientras nieva sobre los cedros? Pues exactamente eso.

La película nos sitúa en una pequeña isla del noroeste de Estados Unidos a punto de cumplirse diez años desde el ataque japonés a Pearl Harbor y narra el juicio al que es sometido el americano de origen japonés Kazuo Miyamoto, acusado del asesinato de un pescador, antiguo amigo de la infancia y con el que mantenía una disputa por unas tierras. A pesar de que el film prácticamente empieza con el juicio y acaba con el veredicto final no estamos ante la típica película de ambiente judicial. Ni mucho menos. El director mediante flashbacks nos introduce en el momento histórico previo a los hechos, nos explica como afectó la Segunda Guerra Mundial a la comunidad de la isla y nos cuenta la psicosis que se produjo con los japoneses americanos, cómo el Gobierno de EEUU los confinó en campos de internamiento para tenerlos controlados.

Más adelante veremos el porqué de la historia pero a mí me importa mucho el cómo, la estética de la película. Las imágenes retrospectivas y en general toda la cinta están dotadas de una gran belleza, quizás sea por esos melancólicos bosques sobre los que no deja de nevar durante todo el metraje, no sé. La fotografía es fantástica, la verdad, y combinada con la preciosa música de James Newton Howard que tiene una base orquestal y una preponderancia de los instrumentos de cuerda, incluyendo instrumentos étnicos japoneses y unos brillantes solos de violín, hace que la película sea magnífica desde un punto de vista estético. Ah, no me pienso olvidar del trabajo de los actores. Y es que Scott Hicks acostumbra a elegir magistralmente bien a los intérpretes para sus películas. En esta ocasión no es una excepción, Ethan Hawke está correctísimo, aunque me gustó más en Training day, sublime, y en Gattaca, genial. Max Von Sydow está bestial y actuando como secundarios de auténtico lujo, pesos pesados como James Cromwell, Richard Jenkins y Sam Shepard. Este reparto le da una dimensión de verosimilitud tremenda a la película. Gran cásting y buen director de actores Scott Hicks.

Spoiler (el resto de la crítica revela el desenlace de la película)

El personaje sobre el cual gira toda la trama es Ishmael Chambers (Hawke), el editor/periodista del pueblo. Scott Hicks nos muestra por mediación de unas bellas imágenes retrospectivas la relación amorosa que mantuvo Ishmael durante su adolescencia con Hatsuo Miyamoto, americana de origen japonés que al llegar a una cierta edad decide acabar con la relación y casarse con una persona más afín a ella y a su familia, Kazuo Miyamoto, sentado ahora en el banquillo de los acusados. Vale, es cierto, el director quizás se excede un pelo con el tiempo que le dedica a ese romance de juventud, y alguien me podría decir que rompe un poco el ritmo de la cinta y que no viene a cuento a pesar del preciosismo de las imágenes, y no estaría exento de cierta razón. Pero mira tú por donde, yo creo que tiene todo el sentido del mundo porque nos hace entender la inmensa felicidad de Ishmael en esa época y podemos observar que, mientras se celebra el juicio, todavía no ha superado ese desengaño amoroso y sigue obsesionado con Hatsuo. Y todo esto es clave porque es precisamente él, Ishmael quien, investigando por su cuenta, ha encontrado la prueba que podría demostrar la inocencia del marido de Hatsuo.

Y ahí se encuentra Ishmael, con un brazo perdido en la guerra, con esa obsesión por la mujer del acusado y con una baja autoestima al tener que continuar con el periódico que dejó su padre (Shepard) al morir, y con el estigma de no sentirse la mitad de hombre que él, persona de una gran estatura moral y admirado por toda la comunidad. Y duda. Sí, todas estas circunstancias le hacen dudar de su deber como ser humano. Al final consigue superar sus obsesiones y complejos, crece como persona y actúa como era preciso para salvar una vida humana. Y digo salvar porque Kazuo Miyamoto, tal como se verá en la película, es inocente y a pesar de que solamente había contra él pruebas circunstanciales, existían muchas posibilidades de que fuera declarado culpable, fruto de ese ambiente enrarecido contra los americanos de origen japonés en esos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En una emotiva escena al final de la historia, cuando el juez (Cromwell) está a punto de dejar libre al acusado, la comunidad japonesa en pleno hace una reverencia a Ishmael, dándole las gracias y equiparándole de alguna manera a su padre.

En definitiva, la película nos deja una buena historia de superación personal, bien narrada, con elegancia, unos hechos históricos desconocidos por muchos de nosotros, unas grandes interpretaciones y unas bellas imágenes y banda sonora. ¿Qué más se puede pedir?.

 
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