Dicho y hecho. Después de haber estado viajando por ahí un tiempecillo y haberme tirado diez días sin ver ninguna película, una vez en casa me di un homenaje. Sí, amigos, me puse Blade Runner. Y van ocho veces ya. Hay que ser muy friki, lo sé, lo sé. ¡Qué se le va a hacer! Yo creo que me sé los diálogos de memoria. Pero es que no me canso de verla, qué te puedo decir. Es un clásico, una obra monumental, película de culto, sin duda. ¿Qué significa para mí? ¿Cómo explicarlo? Me hace viajar en el tiempo, me transporta a mi adolescencia, cuando tenía 16 años e íbamos al Artesano con aquellos pintas, ¿te acuerdas, Sergio?, a ver aquellas películas inolvidables: Alien, la trilogía de La Guerra de las Galaxias y tantas otras. Yo podría hablar mucho de la película, tengo una caja con mil versiones, mil documentales y hasta un libro ya devorado que me regaló alguien que sabía de mi adoración hacia la cinta, pero no lo haré. Lo dije y lo repito. Quién quiera información pura y dura que se vaya a los medios, a Wikipedia, o lo que sea, internet está a tope de datos sobre éste y todos los temas. Aquí, en este pequeño reducto, opinión. Mi opinión. Eh! José Manuel, te lo dije, ¡me encanta dar mi opinión!, no lo puedo evitar. ¿Por qué me gusta tanto Blade Runner? Ah, son tantas cosas. ¿Por qué te enamoras de una mujer y no de otra? ¿Porque no lo puedes evitar, tal vez?, o quizá por el olor, por la química, por cómo te acaricia con la mirada, porque cuando pronuncia tu nombre te suena a música celestial. No lo sé. Hay tantas razones como poemas de amor escritos, o todavía por escribir. Porque lo de Blade Runner es un flechazo. Y no haría falta explicar nada más. Pero es que a mí la obra maestra de Ridley Scott me inspira y de ella me gusta todo. La banda sonora es lo mejor que ha compuesto Vangelis, y es indisoluble de la película; habría que bajar a un nivel subatómico para separarla de ella. El guión es sensacional y supera, en este caso, la obra original del genial Philip K. Dick, para mí, el mejor escritor de ciencia ficción de la historia. Y qué decir de la atmósfera creada, las tomas aéreas, ese barrio chino perpetuo, la iluminación, la sensación de verosimilitud a pesar de situarse la historia en el futuro. Y mira que no es ciencia ficción al uso, porque no me digas que no tiene mucho de cine policiaco, o mejor, de auténtico cine negro, si hasta Harrison Ford parece la reencarnación de Humphrey Bogart. Y esas escenas que parecen poesía, a veces sangrienta, como la muerte de la replicante a manos del Blade Runner en una orgía de cristales rotos, rodada virtuosamente a cámara lenta. Los actores están bestiales, todos; Sean Young nunca estuvo tan guapa ni inspiró tanta ternura; Edward James Olmos siempre será el de Blade Runner, no el de Galáctica o el de Miami Vice; Harrison Ford, Daryl Hannah y qué decir de Rutger Hauer, es el auténtico protagonista de una de las escenas más famosas de la historia del cine, la escena cumbre de la película, la que más me gusta, la más poética, la que le da sentido a la historia, en la versión narrada con los pensamientos del Blade Runner por supuesto, que a pesar de todos sus detractores, para mí es la auténtica y la que os pongo a continuación: