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ACERO Y PLATA DE LUNA

Literatura Sigo aquí. Hablemos de dos auténticos escritores de relatos

Sigo aquí. Hablemos de dos auténticos escritores de relatos

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Es cierto, últimamente no he escrito demasiado. Y existen diversas razones para explicar ese hecho. Esencialmente la culpa la tiene el trabajo. Me deja hecho trizas y así no hay quien escriba. Pero también es verdad que a veces necesitas tomarte un tiempo para reflexionar y pensar qué te gusta contar y cómo contarlo. Y la tercera razón es que he estado leyendo. Claro, como siempre, pero es que después de deleitarme con las antologías de relatos de mis dos grandes (Borges y Cortázar, para el que todavía no me conoce o no me ha leído mucho) no se me ocurrió otra cosa que pasear mis curiosos ojos por unos cuantos relatos de terror de escritores clásicos, entre ellos, por supuesto, H. P. Lovecraft y E. A. Poe. Y la razón de que haya vuelto a releerlos es que se me ha ocurrido una idea buenísima para un relato de terror que empezaré un día de estos, (¿mañana?) y quería estudiar a esos maestros capaces de mantener la tensión y la intensidad hasta el final. Pero no contento con eso un día me pasé por una librería y me compré unos cuantos libros de relatos de dos escritores totalmente diferentes pero que han calado hondo en mí. Me han impresionado, ciertamente, y bueno, cuando ves tanto talento en esos textos como que te quedas un poco amedrentado y piensas: ¿adónde vas tú, patán? Y por todo eso no he tenido ni fuerzas ni moral para escribir gran cosa, ésa es la verdad.
Ahora que ya he arrancado y me he confesado dejando bien patentes mis miedos y mis limitaciones ya me quedo más tranquilo. Es curioso como la gente se pasa la vida mintiendo y ocultando sus debilidades cuando no hay nada más liberador que la verdad y nada más emocionante que la sinceridad o más enternecedor que una persona abriendo su corazón. Es que los tíos vamos siempre de duros y nos metemos una presión encima que un día vamos a reventar. Pero yo quería hablar de otra cosa. Al fin y al cabo esta entrada en el blog no está en la sección de filosofía a pesar de estas últimas líneas ni en la sección de música (esto es broma, lo digo, o mejor lo escribo, porque estoy escuchando el último disco de Daft Punk y no está nada mal. Hablaremos de música un día de éstos), sino que va directo a la de literatura. Y no, no me he olvidado de mencionar a esos dos escritores que intentaban con su genialidad (por lo visto, no lo han conseguido) que yo dejara de escribir. La cuestión era crear un poco de expectación. ¿Un poco más?, vamos al parágrafo siguiente.
Raymond Carver y Eloy Tizón. Ésos son los nombres. Uno americano, el otro español, el primero reconocido como uno de los mejores escritores de relatos del siglo pasado, el segundo, autor de uno de los libros de relatos más exquisitos y maravillosos de los últimos mil años, uno fallecido en 1988 en pleno reconocimiento de su carrera, el otro, si Dios quiere, con muchos años por delante para sorprendernos con su magnífica prosa. Y no pienso compararlos porque la verdad es que no tienen nada que ver el uno con el otro excepto el enorme talento que poseen, cada uno en su estilo, y que a ambos los leo con avidez. De Raymond Carver he leído, de momento, Catedral y Tres Rosas Amarillas. Y vale, son historias de gente corriente, con problemas como los que tenemos todos, pero lo cuenta tan bien, con esa prosa cristalina, en la que no sobra ni una coma, y se adentra tanto en las emociones humanas que hace que te sientas totalmente identificado con los personajes. Sus historias relatan problemas familiares, de pareja, de dinero y de soledad. Básicamente Carver retrata a los grandes perdedores de la América profunda. Pero es igual, lo mismo podría tratarse de cualquiera de nosotros, en nuestro querido país devastado por esta interminable crisis económica, social y de valores. Por supuesto, los cuentos de Carver no tienen nada que ver con los de Borges o Cortazar, desbordantes de imaginación, de fantasía, a veces con enormes finales sorpresa, a veces con historias circulares o textos que tienen doble interpretación. Reconozco que los cuentos de esos argentinos inmortales son mi pasión, es lo que realmente me gusta leer y me inspiro en ellos cuando escribo. Los relatos de Raymond Carver están en otra órbita, por ejemplo están más en la línea de Nueve Cuentos de Salinger, incluso en el estilo escueto y con diálogos desde la primera línea. Pero donde Salinger quizás tan sólo pretende contarte una historia más o menos original, a veces sin un principio ni un final evidentes, Carver siempre tiene como objetivo esencial mostrarte lo terrible y dura que suele ser la vida para la mayoría de la gente y cómo, a pesar de todo, intentan casi siempre tirar para adelante. No sé, me hace verlos como pequeños héroes a pesar de todas sus miserias, su egoísmo, sus defectos, de su humanidad en definitiva. No voy a negar que sus historias son bastante deprimentes. Eloy Tizón dice que si tuviera que llevarse un libro al hospital para leer antes de una operación, se llevaría a Chéjov o a Cheever pero desde luego no a Carver. Yo tampoco, la verdad.
Velocidad de los Jardines sí que me lo llevaría a un hospital o a una isla desierta o tal vez a un universo paralelo. Sin duda alguna. Es tan especial, una auténtica maravilla, un prodigio de talento, un torrente de emociones, de sensaciones, se te pone la piel de gallina con sólo pensar en él. Es tan perfecto que te asusta, te cohibe, estuve semanas sin escribir, no podía. Eloy Tizón ha conseguido algo al alcance de muy pocos, escribe auténtica poesía pero enmascarada en una prosa que te envuelve y lo hace con una personalidad única. En su literatura adquiere tanta importancia la forma, la belleza de las palabras, el preciosismo en cada frase, en cada figura retórica como el contenido, como el desarrollo de la historia, el conocimiento de las emociones humanas. Alguien podría acusarlo falsamente de ser un esteta y de dar una atención obsesiva al lenguaje y al detalle antes que al desarrollo de la historia. Qué tontería. La magia no se puede juzgar: o se cree o no se cree. Tizón me recuerda a veces a Nabokov, ese gran escritor ruso, nacionalizado estadounidense, acusado también de ser un esteta y de concederle excesiva importancia a la forma en detrimento del desarrollo de sus personajes. Y alguna conexión hay entre Tizón y Nabokov cuando Velocidad de los Jardines empieza justamente con una carta a Nabokov que es tan hermosa como una escultura de Miguel Ángel, como un preludio de Rachmaninov. Os transcribo la primera página:

"Tú, ahora que ya estás en Terra, y habitas tu muerte amueblada de trineos, o a menos que seas un espectro de nebulosas viajando por el anillo de los mundos, la palpitación de un dígito, dondequiera que estés, un rectángulo de césped amarillo -no- debajo de un almendro de Montreaux, Zembla. De modo que morir era eso. Tú que no verás más la luz pulverizada de la tarde, ni una hermosa cinta de grasa sobre la acera, ni un trozo de crepúsculo ondulante en el parabrisas de un taxi. ¿O acaso está el dejar de vivir/todavía lejos del estar muerto? Han sido talados los árboles de Vyra, y un poco de ceniza te cubre las facciones. Querido Sirin, tus insomnios sobre alfiles y peones en la noche de Berlín, con sus persianas torcidas como párpados mal cerrados. Sabrás que pasó la Historia, pasó sobre raíles monstruosos, con sus alambradas de púas, su tesoro de miserias, sus tijeras para el viento y el viento en las claraboyas que repite lo que sabes, la zarza escondida, pálido fuego"

Carta a Nabokov, Velocidad de los Jardines, Eloy tizón

El caso es que, cuando lees algo así, se te acaban las palabras. No todos los relatos del libro están tan llenos de poesía como esta gloriosa primera entrada pero, desde luego, hay una voluntad clara por parte del autor de envolvernos en esa prosa poética y llevarnos de la mano por las diferentes historias, navegando por el lenguaje con una sensibilidad y un talento fuera de lo común. Fíjate que Eloy Tizón habla mucho de Chéjov y de Cheever pero yo encuentro, y esto es una apreciación mía, que quizás sea Cortázar su escritor de relatos de cabecera. Y no se lo tengo en cuenta. Porque, vamos a ver, Borges escribió el mejor libro de relatos de la historia, Ficciones, y el posiblemente mejor y más perfecto cuento jamás escrito, El Sur, sublime, pero el conjunto de su obra no se puede equiparar con la de Cortázar. Y no estoy hablando de comparar toda la obra de los dos genios argentinos. Todos sabemos que Borges no escribió una sola novela y Cortázar dejó en ese género una auténtica obra maestra como Rayuela o incuestionables como 62 Modelo Para Armar. No, yo me ciño solamente a sus relatos y creo sinceramente que Cortázar es, con diferencia, el mejor escritor de cuentos de la historia por encima, y me duele en el alma decirlo, del propio Borges. Su obra es incomparable en extensión, en la calidad altísima de todos sus libros de relatos y en el propósito de dar al género un nivel a la altura de la novela. El cuento era el género por excelencia de Cortázar, su preferido, y consideraba el relato algo a medio camino entre la novela y la poesía.
Podría hablar horas de Cortázar, quizás en otra ocasión, pero prefiero dar algunas pistas de porqué pienso que este mago de las letras sea quizás el principal inspirador de Eloy Tizón, tal como lo es el mío. En el segundo cuento de Velocidad de los Jardines, Los Viajes de Anatalia hay auténticas reminiscencias de algunos cuentos de Cortázar como Final de Juego y Bestiario (la carta a la tía Berta es Cortázar puro y duro). Y Familia, Desierto, Teatro, Casa, otro de los relatos de este fantástico libro es un homenaje indisimulado a Casa Tomada de Cortázar, que a su vez lo es a La caída de la Casa Usher de Poe. Y si nos desplazamos a Parpadeos, el otro libro de cuentos que ha escrito Tizón, inferior a Velocidad de los Jardines (era difícil superarlo, igualarlo, acercarse a él tan siquiera), que es un libro desigual, menos perfecto si se quiere pero estimable y  reconocible cien por cien, encontramos dos relatos, precisamente los dos que más me gustan (me entusiasman de hecho) y que podrían formar parte perfectamente de la obra maestra que es Velocidad de los Jardines, que también recuerdan a Cortázar. Uno es Los Invasores, también en la línea de Casa Tomada y el otro, el mejor de Parpadeos sin duda, mi preferido, La Tristeza del León, absolutamente descomunal, del cual es imposible no encontrar ciertos paralelismos con Bestiario, eso si el león de Tizón no está directamente inspirado en el tigre del cuento de Cortázar. Pero en Eloy Tizón hay mucho más que Cortázar y Chéjov y Cheever. Es cierto que bebe de esas fuentes pero él desarrolla un estilo único y preciosista. Algunos cuentos suyos son auténtica poesía disfrazada de relato. La Vida intermitente, Escenas en un Picnic y Villa Borghese son un ejemplo claro de ello. Velocidad de los Jardines, el cuento que da nombre al libro, menos poético sin duda que estos últimos, es un relato soberbio que te lleva por un túnel del tiempo directamente a tus días de instituto y que sabotea tu vida actual con la nostalgia de aquellos felices años. Velocidad de los Jardines, el libro, resulta tan maravilloso, tan perfecto, que  pienso realmente que era improbable que alguien lo escribiera.
 
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"Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar"

Cortázar

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