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ACERO Y PLATA DE LUNA

Mi Filosofía Escribiendo

Escribiendo

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Hace que no subo nada al blog. Y eso no quiere decir que se me acaben las historias. Qué va. De hecho tengo como una docena de ideas esperando a ser desarrolladas. Para no olvidarme de ninguna abro un documento nuevo de Word para cada una de ellas y a veces le pongo un título. En otras ocasiones queda un titular largo tipo “Lispeluchos celebran el cumpleaños de la princesa Ana en el castillo Art Decó de la ciudad encantada” porque el programa coge la primera frase del texto, pero luego mengua y se adapta conforme la historia va tomando forma y le cambio el encabezamiento. Precisamente, ese título corresponde al cuento que estoy escribiendo y que tengo que entregar en pocos días para un concurso. Y en eso ando tan ocupado. Qué no daría yo porque el día tuviera 30 horas. Podría escribir más rato y acabar de leer esa montaña de libros que tengo medio empezados. Y mira que estiro el día todo lo que puedo, me acuesto a las dos y media y luego me cuesta un mundo levantarme para ir a trabajar. El caso es que el cuento tiene que tener una extensión de ocho páginas a doble espacio y ya llevo seis y en las dos páginas que me quedan tengo que rematar la historia. Vamos, que tengo que conseguir un desenlace que no desentone con el resto del cuento y no tengo ni idea de por dónde van a ir los tiros. Alguien me podría preguntar ¿cuando empiezas a escribir no tienes ya una idea clara de qué va la historia y sabes más o menos lo que quieres decir y cómo va a acabar? Pues … no. Bueno, depende, si es una crítica sobre una película, por ejemplo, o una anécdota personal, sí que sé exactamente lo que voy a escribir y adonde quiero llegar pero si es una historia original me gusta empezar con cualquier idea y voy improvisando. La historia, entonces, se retroalimenta y aparecen personajes de la nada y a veces te sorprenden y te dices, jope este tío era un simple comparsa y no veas el protagonismo que ha alcanzado, y otras veces se te desmandan y adquieren vida propia y van un poco a su rollo. Y tú quizás tenías otra idea inicialmente, pero ves que no hay más remedio que dejarse llevar. Y eres el primer sorprendido. Es en esos momentos cuando disfrutas de verdad, es como cuando estás leyendo un libro y el escritor ha conectado contigo y te explica algo que realmente te interesa y te lo cuenta bien y no sé, quizás es una historia romántica o algo profundo, filosófico, pero el caso es que te llena y estás como nervioso, excitado, no puedes parar de leer, las páginas vuelan, no hay nada más importante, es un puro deleite, se te eriza el vello de los brazos y, si te pasas por el lavabo a lavarte la cara para serenarte o para beber un poco de agua y por casualidad te miras en el espejo, ves esa mirada inconfundible, brillante, exaltada. Sí amigos, cara de felicidad. Pues eso es lo que sientes cuando estás escribiendo tu historia, tu cuento, tu novela, y estás inspirado, las manos vuelan, no reescribes ni una palabra, todo va como la seda, tú tecleas pero parece que te lo dicte alguien que está dentro de tu cabecita y tú escribes pero también lees y disfrutas con las ocurrencias de tus propios personajes, es un poco una cosa de locos, es como si el texto ya se hubiera escrito anteriormente o mejor, como si se estuviera escribiendo en ese preciso instante, pero en otra dimensión, y tú pasas alternativamente de ser el autor a ser el lector una y otra vez … Así me siento yo, en ocasiones, escribiendo.

 
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"Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar"

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