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ACERO Y PLATA DE LUNA

Mi historia Mi madre

Mi madre

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Yo provengo de una familia muy humilde. Cuando era pequeño era tan pobre tan pobre, que no conocía a nadie más pobre que yo. Posteriormente he viajado y he podido ver lo que es auténtica miseria, pero lo nuestro ya era tela marinera. Vivimos una crisis profunda en España y mi padre perdió su negocio y durante muchos años le costó encontrar trabajo, así que prácticamente desde que nací y hasta los 13 años pasé junto con mi familia por todo tipo de penurias. A veces nos cortaban el agua y venga carrear cubos de la fuente de la calle. En otras ocasiones teníamos que estudiar a la luz de las velas durante una semana entera. Y eso cuando no nos echaban de los pisos de alquiler por no pagar. Pasaba tanta, tanta vergüenza cuando venía la policía a obligarnos a abandonar nuestra casa delante de todos los vecinos que me acuerdo como si fuese ayer y han pasado más de 30 años. En el colegio, yo siempre era el último en la fila, llegaba tarde deliberadamente porque no soportaba que los otros niños me vieran los pantalones super remendados entre las piernas (mi madre hacía auténticas obras de arte) y las bambas agujereadas en las suelas al subir la escalera. Nosotros casi nunca tuvimos regalos de Navidad, así que el último día de vacaciones mi hermana y yo nos inventábamos los regalos que íbamos a decir en el colegio al día siguiente. No queríamos que se burlaran de nosotros los otros niños. En casa se comía pan, arroz, pasta, huevos, poca carne (era cara) y .. patatas: patatas en potaje, patatas en ensaladilla, patatas fritas, patatas con atún, en tortilla, patatas con leche. Sí, con leche. Se coge la patata, se pela, se cuece y luego se aplasta y se le da forma como de volcán y en medio se echa la leche. Riquísimo. Deberíais probarlo. Cuando tengo un día depre adivinad qué es lo que me preparo. Está claro, unos huevos con patatas fritas o un buen plato de pasta. ¿Y mi comida preferida? La que comía cuando era pequeño. Claro, esos platos me transportan a la infancia, me hacen sentir bien.

Cuando uno decide tener un hijo, una hija, es un contrato de por vida. Es dar y no esperar nada a cambio. Es una dedicación constante, es un preocuparse hoy y mañana también. Y aunque tenga 40 años, sigues sufriendo y alegrándote por él, por ella. No basta con dejar a los niños delante de la tele o con el ordenador o en la guardería o en el colegio, nadie te va a educar a tus hijos. Hay que estar con ellos, jugar con ellos, hablarles, explicarles de qué va todo, transmitirles unas pautas de comportamiento, como relacionarse con los demás, como ser mejor persona y siendo tú el primero en predicar con el ejemplo, no vale decir que hay que hacer tal cosa si tú no lo haces, los niños son muy listos e imitan el comportamiento de sus mayores. A un hijo hay que quererlo mucho. Y demostrárselo. Él tiene que saber cuánto le quieres, que es lo más importante del mundo para ti. Todo eso es lo que de verdad importa y no cuanto dinero tengas, la ropa de marca que le compras o la acumulación de juguetes. Todo el mundo sabe que la infancia es la etapa más importante en la vida de una persona y la capacidad de ser feliz, de encontrar un lugar en el mundo, dependerá en buena medida de esos primeros años de vida.

No cambiaría ni un solo día de mi infancia. Alguien me podría decir, pero si no teníais dinero, pasabais privaciones, vergüenza y .. ¿Y qué? Mis padres nos dieron todo el amor del mundo. Mi madre consagró toda su vida a cuidarnos, como han hecho tantas madres a lo largo de la historia. Todo era para sus hijos, trabajando todo el día, dentro, fuera, limpiando, lavando la ropa a mano, antes no había las comodidades que hay ahora, luchando con uñas y dientes para darnos de comer, para vestirnos, para que pudiéramos estudiar. Mi madre nos dio una educación, nos proporcionó unos principios que nos han servido siempre: ser respetuosos con los demás, intentar ser buenas personas, luchar por lo que quieres. Mi hermano era muy mal estudiante y yo creo que fue mi madre la que le aprobó el graduado y la carrera en la escuela industrial, estudiaba con él, codo con codo, todos los días, durante años. Mi madre nos tuvo con ella en casa hasta que fuimos a la escuela con seis años, esto de las guarderías es más de ahora, y nos enseñó a leer, a mi hermana con tres años y a mi con cuatro. Mi madre siempre fue una gran lectora y le debemos en gran medida nuestro amor por los libros, esos libros que me han acompañado toda mi vida. Mi madre nos ha querido y nos quiere tanto y nos ha dado a todos sus hijos tanto amor que de los inolvidables recuerdos que tengo de pequeño con ella es difícil escoger uno, pero si tuviera que hacerlo elegiría el momento en que nos contaba un cuento antes de dormir. Mi mamá contaba tan bien los cuentos que era una gozada escucharla. Nos sabíamos todos los cuentos de memoria, pero nos encantaba como nos los contaba ella. Me sentía tan protegido, tan querido y había tanta armonía que esos momentos con mi madre y mis hermanos son de los más felices e importantes de mi vida.

 
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"Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar"

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