En el preciso instante en el que tecleo estas líneas se cumple un año desde que empecé a escribir éste blog. En este viaje juntos muchas cosas han pasado. Sí, como algunos recordaréis, son exactamente las mismas palabras que le dije al principito en una carta abierta hace algún tiempo. Y a fe mía que eso es lo que ha significado este blog para mí, un auténtico viaje. En este periplo he descubierto cosas que ni sabía de mí. Ignoraba que existieran tantas historias en mi cabecita queriendo salir. No me imaginaba que me divertiría como un niño al dejar volar mi imaginación y que seguiría disfrutando tanto luego al leerlas. Ha sido todo un descubrimiento. No tenía ni idea de que me iba a gustar tanto dar mi opinión acerca de temas tan diversos. Ni siquiera sabía que me iba a sincerar como lo he hecho en ocasiones, contando cosas de mi vida, de mi infancia, que normalmente la gente se calla. Ni remotamente sospechaba que con cuarenta años iba a escribir esos poemas que no quisieron brotar a edades más tempranas, en aquellos años en que yo me dedicaba a sacar a mi familia adelante. Menudo viaje. Fantástico viaje. Vamos navegando por ese rio que es la vida y todos hacemos ese trayecto pero tú eliges cómo navegas. Puedes cerrar los ojos y esperar llegar al destino o puedes abrirlos y no ver nada que para el caso es lo mismo. O puedes abrirlos de verdad, retirar el velo de tus ojos, y enterarte de una vez por todas de lo maravillosa que es la vida. Y te tienes que mojar. No te hablo de meter apenas los pies, te tienes que tirar de cabeza, zambullirte sin miedo, sentir esa tibieza en la piel, impregnarte hasta lo más profundo de esa agua, de esa vida. Estamos hechos de vida. En última instancia sólo tenemos nuestra vida. Y por un tiempo limitado. Y ese hecho, el hecho de que seamos mortales, todavía le da más valor a cada minuto y lo hace irrepetible. Hay que vivir cada momento como si fuera el único, como si fuera el último. Eso es vivir intensamente. Y si estás contento, que el mundo sepa que lo estás y sonríe, ríete sin parar, hasta que vayas a reventar. Y si te miran, que te miren, quizás también reirán, la risa es contagiosa. Y si estás triste, vive ese instante poderosamente, tienes que conocer el lado oscuro, hay que probar lo amargo para apreciar lo dulce, tienes que pasar el invierno para disfrutar de la primavera. Éste es un mundo de contrastes. En momentos de gran tristeza, personajes de todas las épocas han creado auténticas obras de arte. Los mejores poemas de amor se han escrito cuando su falta era peor que la muerte, lienzos magníficos han sido pintados por artistas incomprendidos y que murieron pobres, sin reconocimiento, y auténticas maravillas de la literatura han sido escritas en momentos de locura, de depresión o bajo los efectos del alcohol o de las drogas. En este último año de crisis terrible, demoledora, he sentido la tristeza a mi alrededor y he visto a personas queridas sufrir. Me ha dolido en el alma. En este mundo cruel hay gente que tiene problemas serios. A veces no te dan el amor que necesitas para respirar, otras no consigues ese empleo para recuperar tu dignidad o para poder comer, o quizás estás tan perdido que es más fácil no seguir, no ser, desaparecer… En esos momentos de desesperación casi siempre la respuesta se encuentra en uno mismo. Cuando te falta amor, alguien te rechaza, o no te sientes querido hay que responder con más amor, no hay de otra. Puede que creas que te tratan injustamente y quizás sea así, pero hay que aguantar y tratar mejor a todos, a la familia, a los amigos, a la pareja, hacer el esfuerzo de escuchar, de apoyar, de estar ahí cuando te necesitan, de decir te quiero, me equivoqué, lo siento. No hay nada comparado a cómo te sientes cuando haces las cosas lo mejor que puedes, cuando te comportas como es debido, cuando lo has dado todo. Yo no he dicho que sea fácil. La verdad es que cuesta muchísimo. Y es cierto que cuando tus amigos te demuestran su aprecio o esa chica está loca por tus huesos o tus padres se desviven por ti te sientes feliz, pero la auténtica felicidad radica no tanto en recibir amor como en darlo. Si eres capaz de dar amor sin límite y tienes la suerte de recibirlo de las personas que amas, eres muy afortunado y eso te hace ser una persona completa. Si te sientes así y tú y los tuyos gozáis de salud, entonces lo demás ya no es tan importante. La vida es una montaña rusa, tan pronto estás arriba, en la cresta de la ola, como te ves abajo, hundido en la miseria. Y eso también tiene su encanto. Hay días que te levantas y lo ves todo negro y el día está nublado, gris, triste, encapotado, en sintonía con tu estado de ánimo y piensas que tus problemas no tienen solución, que eres un desastre total. Pero, increíblemente, al día siguiente las cosas cambian de manera radical, luce un sol radiante y de repente te sientes con un humor excelente y tomas algunas decisiones que estaban ahí latentes y esas cosas que te tenían tan preocupado empiezan a arreglarse. Y esto nos ha pasado a todos. Nunca valoras tanto tu salud como cuando has estado enfermo y lo has superado, aprecias mucho más el amor de alguien cuando has estado a punto de perderlo y el éxito sabe mucho mejor después de haber fracasado anteriormente. Pero te digo una cosa, cuando has tenido problemas de verdad y has aguantado el tipo y los has superado, eso te hace más fuerte y cada vez que pasas por una situación adversa y consigues dominarla, más fortaleza mental adquieres y más posibilidades tienes de seguir haciéndolo en el futuro. Hay una cita de Sigmund Freud, que tengo por ahí abajo a la izquierda, que me encanta : “He sido un hombre afortunado: nada en la vida me fue fácil”. Es que es así. Si no te regalan nada, si tienes que luchar y llorar y sangrar para conseguir tirar para adelante en este mundo tan difícil, tan complejo, tan injusto, tan maravilloso a pesar de todo, llega un momento en que valoras en su justa medida tu vida, tus logros, tus amigos, tus recuerdos. No sé, son algunas reflexiones que me hago y que comparto con todos vosotros, después de repasar este último año juntos, tan extraño, tan complicado, pero a la vez tan imprescindible.