Sí, estoy de vacaciones. Al menos de mi ocupación principal, la que genera más estrés. En estos periodos de tu vida, como que el reloj pierde un poco su sentido. No hay horarios, comes cuando tienes hambre, duermes cuando tienes sueño. Puedes pasar la tarde leyendo un libro en una terracita, tomando un café, o abstraerte viendo pasar la vida delante de tus ojos. Es como si levantaras el pie del acelerador. Tienes tiempo para pensar. Para pensar si lo estás haciendo bien, o si no vas en la dirección correcta. Para tomar decisiones ya o para dejarte llevar hasta el siguiente punto de inflexión. Sí, tienes tiempo. Tienes tiempo para divagar, para pensar cosas raras, para hablar con la gente, para meterte en la piel de los demás. Puedes aparcar el coche, la moto, lo que sea y entrar en un tren, un metro y sentir el calor humano. Miras a la gente a la cara y te inventas historias. Estoy seguro de que acierto más de lo que diría la teoría de la probabilidad.
De todas maneras el tiempo es una variable extraña. Y esto lo sabemos desde niños. Cuando te estás divirtiendo el tiempo pasa rápido y si estás aburrido o esperando acontecimientos como que no espabila. Pero hay más y esto es lo bueno. También pasa justo lo contrario. Me explico. Si eres de esas personas que hacen pocas actividades o te pasas muchas horas con la misma, por ejemplo ver la tele o jugar con el ordenador, los días se hacen cortos, la vida se te va en un suspiro. En cambio si eres persona inquieta y desarrollas un montón de actividades, una detrás de otra, ese día se hace inacabable, tienes la sensación de haber vivido. Y luego te vas a la cama y te quedas dormido en un segundo como un angelito. Sí, de alguna manera, el tiempo es elástico. Hay que aprender a tratar con él. Y estoy en ello. Porque sí, estoy de vacaciones.