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ACERO Y PLATA DE LUNA

Mike Blackness. Fragmento nº 9. Santo Gabriel recibe una visita inesperada

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No sabemos si en esa misma dimensión y a esa misma hora pero seguro que en otro lugar, al parecer, en su apartamento, Santo Gabriel tiene una invitada. Es rubia y alta. Es joven. Y, por supuesto, es guapa. Es una hermosa muchacha que, ahora mismo, está feliz y contenta, disfrutando de la velada, riéndose con las increíbles historias que le cuenta su anfitrión. Se llama Megan. Están tomando champán francés. Van por la segunda botella y eso también cuenta. Y el caviar y las exquisitas fresas con nata que se ha zampado antes. Santo Gabriel sabe tratar a las mujeres, de eso no hay duda.

El apartamento es de lo más lujoso y elegante. Suelo de mármol Macael, tan blanco y tan pulido que refleja el valioso mobiliario que descansa sobre él. Paredes y techos artesonados. Muebles clásicos art déco y algunas piezas modernas lacadas en blanco o realizadas en metacrilato en una combinación virtuosa. Sofás de terciopelo, tan cómodos que podrías vivir en ellos. Piezas míticas inolvidables completan el mobiliario: Butaca Eames, tumbona Le Corbusier, mesa de centro Noguchi. Preciosas lámparas situadas estratégicamente dotan a la estancia de una iluminación magnífica, creando espacios propicios para la distensión y la confidencia. Finalmente, en las paredes, algún lienzo clásico mezclado con gracia con obra moderna. Ese salón podría ser el resultado de un fino trabajo de algún interiorista de categoría, o quizás el dueño del apartamento posee un gusto exquisito, un sentido perfecto del equilibrio y una gran sensibilidad para la belleza, en cualesquiera de sus formas.

La velada avanza según lo previsto. Santo Gabriel y su hermosa acompañante han ido a cenar a un restaurante excelente y ella ha aceptado tomarse la última copa en el apartamento de él. La copa se ha transmutado en Dom Pérignon, caviar, fresas. Es lo que tiene salir con tipos con clase, que hacen de una cita una experiencia inolvidable. En aquel salón tan espléndido, el placer de sentirse rodeada de cosas bellas y armoniosas, la conversación fantástica de él, esas fábulas, fantasías o, quién sabe, hechos verídicos que él cuenta, y el champán que la embriaga, todo ello ejerce un influjo irresistible sobre la joven.

El aspecto de Santo Gabriel también hace lo suyo. Impecable, con su traje a medida, su camisa italiana, su seguridad personal y las maneras del que lo tiene todo controlado. Santo Gabriel no posee ese rostro bello, a veces aniñado, del que se prendan las mujeres de toda condición, pero, sin duda, es atractivo. Tiene una personalidad arrolladora y unos ojos profundos e inteligentes. Es esbelto, vigoroso, y sus movimientos son elegantes y precisos. Irradia un magnetismo insuperable. El proceso de seducción casi ha terminado. El éxito es notable. Santo Gabriel besa a su partenaire en la boca. Es un beso que preludia y condensa lo que vendrá inmediatamente después. Megan responde activamente, y el ardiente beso se convierte en sí mismo en una versión mini del acto de hacer el amor. Ella, extasiada, siendo como es, una romántica incorregible, estiraría ese instante durante siglos, preferiría morir violentamente que separarse de su apasionado amante.

Llaman a la puerta.

Es en serio, llaman a la puerta. Megan y Santo Gabriel no se lo pueden creer. Tardan en salir del embrujo. Quizás pensaban que no existía nada más que ellos dos allí, excitados en grado sumo, fundidos en un abrazo eterno, unidos por el deseo y la esperanza cercana de la consumación del acto sexual, quizás cada uno a su manera y quizás con gustos dramáticamente diferentes, quién sabe, pero, en todo caso como si esta fuera la última vez en su vida que van a hacer el amor, en vez de tratarse de la primera. Pero al otro lado de la puerta sigue estando el mundo. Y llaman con insistencia. Parece que nunca van a parar de aporrear esa puerta, de tocar el timbre una y otra vez. Alguien sabe que están allí y no va a haber descanso hasta que esa puerta, finalmente, se abra de par en par.

Santo Gabriel no puede impedir un rictus de fastidio en su cara. Intenta sonreír a Megan pero no lo consigue. Ella sigue todavía en otro planeta, está un poco borracha y obnubilada por todo lo que ha acontecido hace unos escasos momentos y ahora se arregla la vestimenta como puede, con una sonrisa boba en la boca. Santo Gabriel se levanta, se dirige con presteza al lavabo, se limpia la cara de los rastros de pintalabios, y se peina con las manos, se mira un momento al espejo y se encamina a la endiablada puerta, que hace tanto escándalo que parece que tenga vida propia.

¿Quién coño es y qué manera es esa de llamar a la puerta de gente decente?, pregunta Santo Gabriel amablemente (es un eufemismo, claro), a través de la puerta, sin la menor intención de abrirla.

¿Es usted Santo Gabriel?

¿Quién pregunta por él, si puede saberse?

Soy el Comisario Jefe Christopher Warren, de la DDNY.

Ah, qué interesante. ¿Y cómo puedo saber que es usted realmente quien dice ser?

Buena pregunta. Sin entrar en disquisiciones filosóficas que inviten a la introspección y a preguntarse cada cual si somos realmente quienes creemos ser, podría usted hacer algo mucho más prosaico, y a la vez más sencillo, como mirar por la mirilla de la puerta y observar mi rutilante placa de policía.

Ya la estoy viendo. No hace mala pinta. ¿Y qué es lo que quiere, agente?

Comisario Jefe, si es usted tan amable.

Pues eso, Comisario, ¿qué quiere de mí? ¿Piensa detenerme? ¿Tienen algo en mi contra? ¿Alguna cosa que ignoro, que escapa a mi conocimiento?

¿Es usted Santo Gabriel?

A veces me llaman así.

Tan sólo deseo hacerle algunas preguntas.

Ah, si se trata de eso, no le importará pasar en otra ocasión. Tengo invitados y estoy muy ocupado en este momento.

Mire, podemos hacer esto por las buenas o por las malas. En el primer caso, usted me invita a entrar amablemente y charlamos un rato. En el segundo supuesto, hago subir a mis agentes inmediatamente, les ordeno que tiren la puerta abajo y le llevo detenido a la División Dimensional de Nueva York. En ambos casos usted acaba hablando conmigo. Usted decide el lugar y la forma.

Santo Gabriel no contesta pero abre la puerta. Haga el favor de pasar, está usted en su casa, Comisario, le dice, dándole la mano y conduciéndole al salón principal donde se encuentra Megan, un tanto desconcertada. Hace las presentaciones y el Comisario Jefe Warren se sienta en una butaca enfrente del sofá donde está sentada la chica y donde presumiblemente se sentará el anfitrión.

¿Le apetece una copa, whisky, ginebra tal vez? O, si está de servicio, como me temo, quizás prefiera, no sé, agua, ¿un café?

He observado que tiene descorchada una botella de buen champán francés. Esa clase de brebaje no interfiere para nada con mis quehaceres previstos para hoy. Si no considera que estoy abusando de su hospitalidad, aceptaría una copa.

Eso está hecho, dice Santo Gabriel, sacando la botella de un cubo de hielo cromado y preguntando con un gesto a Megan si ella quiere otra copa. Ante la negativa de la joven que está, como mínimo, incómoda con la situación, acaba sirviendo dos copas, una para él y otra para su invitado sorpresa. Bueno, Comisario, le dice, sentándose delante de él, al lado de Megan, usted dirá.

Le agradezco su amabilidad, dice el Comisario Jefe Warren, después de paladear el Dom Pérignom. Esto está delicioso. Le felicito, tiene usted un gusto exquisito, echando un vistazo a la estancia, luego a su copa y, finalmente, a Megan. Antes de explicarle a qué se debe mi visita, déjeme preguntarle cómo desea que le llame, porque lo de Santo Gabriel resulta un poco incómodo y suena demasiado rimbombante.

Gabriel está bien.

Eso está mejor. Pues, Gabriel, sucede que estoy al mando de una unidad de policía dimensional, la DDNY, y mis agentes me han informado de que usted es, por supuesto, dimensional, pero, además un dimensional un tanto especial.

¿Y si le dijera que yo no soy dimensional, Comisario?

Teniendo en cuenta que en la División llevamos tiempo investigándolo y su dimensionalidad está totalmente comprobada por mis agentes y fuera de toda duda, que usted negara esa evidencia me preocuparía sobremanera y, al mismo tiempo, podría inducirme a desconfiar de usted. Imagínese, podría llegar a plantearme la posibilidad de que usted fuera un delincuente dimensional, Dios no lo quiera, y, teniendo en cuenta que yo me dedico a perseguir a criminales de esa índole, esto podría acabar muy mal para usted.

¿Podría decirme, por favor, de qué está hablando, agente?, interrumpió Megan, a la que ya se le había pasado bastante el efecto del champán y estaba cada vez más nerviosa.

Comisario Jefe Christopher Warren de la DDNY. Pero puede llamarme, simplemente, Comisario.

Megan: Qué quiere decir con eso de que Gabriel es un... dimensional? ¿Es algo... malo? Me está asustando, Comisario.

No se alarme, señorita, no es nada siniestro. Resulta que, mezclados entre la gente normal, hay unos pocos individuos que, como aquí su amigo Gabriel y yo mismo, tenemos la capacidad o la desgracia, según se mire, de despertarnos cada mañana en un universo diferente. A diferencia del resto de seres humanos que viven en una sola dimensión, nosotros vivimos en un Multiverso.

Perdone, ¿no se estará usted burlando de mí? Porque no le veo, maldita, la gracia, dijo Megan, recelosa y enfadada, mirando alternativamente al Comisario y a Santo Gabriel, que ponía una cara de culpable de libro.

En absoluto, querida. Existen, existimos. Ya lo creo que sí. Y muchos de esos dimensionales son criminales y otros, como yo, los perseguimos. Mi visita inesperada de esta noche, importunándoles a ustedes, cosa que lamento muchísimo, forma parte de mi trabajo. Tengo que hacerle unas preguntas aquí, a su amigo dimensional, para asegurarme de que él no es uno de esos criminales.

Oye, Gabriel, si esto es una broma, ya basta. Porque me voy a casa ahora mismo, dijo Megan, mirando a Santo Gabriel, ya muy alterada y asustada.

Comisario, no entiendo a qué viene hablar de su trabajo de policía, de dimensionales, de criminales, delante de mi invitada. Ella no sabe de qué va todo esto. Y, como puede observar, está muy impresionada. La está asustando. ¿Qué le parece si Megan se va a su casa como ella misma ha sugerido y usted y yo continuamos charlando tranquilamente?, dijo Santo Gabriel, levantándose.

Siéntese, Gabriel, dijo, elevando la voz, el Comisario Jefe Warren. De aquí no se mueve nadie hasta que yo lo diga. Tranquilícese, señorita. No le va a pasar nada. Tengo a mis agentes ahí fuera, esperando. Si alguno de ustedes intenta abandonar este apartamento sin mi consentimiento irá directo a la Comisaría y pasará como mínimo una noche entre rejas. ¿Lo han comprendido?

Sí, dijo Megan, con el rostro crispado, mordiéndose la comisura de los labios, totalmente amedrentada.

De verdad, Comisario, todo esto es innecesario, dijo Santo Gabriel, intentando persuadirle con su mejor cara.

Yo decido lo que es innecesario y lo que no lo es. ¿Va a dejarme continuar, amigo Gabriel, o desea que acabemos esta conversación en una sala de interrogatorios? Le aseguro que a mí me es absolutamente indiferente pero resultará, sin duda, mucho más incómoda para ustedes.

Continúe, Comisario, no se sulfure, dijo Santo Gabriel, intentando apaciguar los ánimos.

Se lo agradezco. ¿Sería usted tan amable de servirme un poco más de champán?, tengo la boca seca. Normalmente no tengo que hablar tanto. Yo, más bien, soy de actuar, dijo el Comisario mientras Gabriel, ejerciendo de buen anfitrión, le llenaba la copa. Bebió un buen trago y le dio las gracias. Como iba diciendo antes, sabemos que es usted dimensional, Gabriel. Y nos consta que es un dimensional especial. Se le atribuyen una serie de actuaciones muy confusas. Actos heroicos, intermediaciones en conflictos entre partes enfrentadas y de difícil solución, etc. En los bajos fondos dimensionales se le conoce a usted por Santo Gabriel. ¿Hay algo de verdad en todo eso? O se trata, tan sólo, de leyendas urbanas.

 
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  1. Sin perdón de Clint Eastwood
  2. Blade Runner de Ridley Scott
  3. Pulp Fiction de Quentin Tarantino
  4. Kill Bill de Quentin Tarantino
  5. Django desencadenado de Quentin Tarantino
  6. Matrix de los hermanos Wachowski
  7. Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet.
  8. Drive de Nicolas Winding Refn
  9. Magnolia de Paul Thomas Anderson
  10. Gattaca de Andrew Niccol
  11. Casablanca de Michael Curtiz
  12. El Padrino de Francis Ford Coppola
  13. Uno de los nuestros de Martin Scorsese
  14. Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg
  15. Stoker de Park Chan-Wook
  16. La gata sobre el tejado de zinc de Richard Brooks
  17. Birdman de Alejandro González Iñárritu
  18. Una canción del pasado de Shainee Gabel
  19. La vida es bella de Roberto Benigni
  20. Un hombre soltero de Tom Ford
  21. Tiempos Modernos de Charles Chaplin
  22. Memento de Christopher Nolan
  23. Candilejas de Charles Chaplin
  24. Mientras nieva sobre los cedros de Scott Hicks
  25. Alta fidelidad de Stephen Frears
  26. Thelma y Louise de Ridley Scott
  27. Amor a quemarropa de Tony Scott
  28. Mulholland Drive de David Lynch
  29. El gran Lebowski de los hermanos Cohen
  30. Watchmen de Zak Snyder
  31. Apocalypto de Mel Gibson
  32. Tropic Thunder de Ben Stiller
  33. Madre de Darren Aronofsky
  34. La vida secreta de Walter Mitty de Ben Stiller

"Todas las familias felices se parecen unas a otras, cada familia desdichada lo es a su manera"

Ana Karenina León Tolstói

"Está bien ser uno mismo, pero sin exagerar"

Shinzaemon Shimada, samurai del film 13 asesinos de Takashi Miike

"La felicidad no es una estación término, es una manera de viajar"

Margaret Lee Runbeck

“He sido un hombre afortunado: Nada en la vida me fue fácil”

Sigmund Freud

"De Ezequiel 25:17. El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del valle de la oscuridad porque él es auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. ¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahveh cuando caiga mi venganza sobre ti!"

Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) Pulp Fiction

No he podido evitar ponerlo en el blog, me encanta. En una ocasión, cuando trabajaba de fotógrafo, le estaba haciendo una sesión a un muchacho y no se me ocurre otra cosa que ponerme allí en medio del parque a recitarle el texto de memoria. Todavía me acuerdo de la cara de perplejidad del chaval. No sé que pensó de mí. Nada bueno seguro.

Claro, el chico se llamaba Yahveh, por eso le monté el show. Gracias hermanita! Qué memoria!

"Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.
¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor.

No puedo escribir mientras estoy ansiosa, porque hago todo lo posible para que las horas pasen. Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra."

Clarice Lispector

"La auténtica patria del ser humano es el lenguaje"

Wilhem v. Humboldt

Ama tu ritmo y rima tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

Ama tu ritmo..., Rubén Darío

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.

La canción caía de los árboles,
y tras la niebla daban voces.

De una mirada encendí mi cigarro.

Cada vez que abro los labios
inundo de nubes el vacío.
En el puerto,
los mástiles están llenos de nidos,
y el viento
gime entre las alas de los pájaros.

LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO

Yo en la orilla silbando,
miro la estrella que humea entre mis dedos.

Noche, Vicente Huidobro

Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.

Aquí, Octavio Paz

El corazón del pájaro
El corazón que brilla en el pájaro
El corazón de la noche
La noche del pájaro
El pájaro del corazón de la noche

Si la noche cantara en el pájaro
En el pájaro olvidado en el cielo
El cielo perdido en la noche
Te diría lo que hay en el corazón que bulle en el pájaro

La noche perdida en el cielo
El cielo perdido en el pájaro
El pájaro perdido en el olvido del pájaro
La noche perdida en la noche
El cielo perdido en el cielo

Pero el corazón es el corazón del corazón
Y habla por la boca del corazón

En, Vicente Huidobro

El diamante de una estrella
ha rayado el hondo cielo,
pájaro de luz que quiere
escapar del universo
y huye del enorme nido
donde estaba prisionero
sin saber que lleva atada
una cadena en el cuello.

Cazadores extrahumanos
están cazando luceros,
cisnes de plata maciza
en el agua del silencio.

Fragmento de El diamante
Federico García Lorca

Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas.
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo.
Te has perdido entre las lágrimas.

Noches y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde lloras
Porque yo sé que estás llorando.
Me basta con mirarme en un espejo
Para saber que estás llorando y me has llorado.

Sólo tú salvas el llanto
Y de mendigo oscuro
Lo haces rey coronado por tu mano.

Poemas póstumos 3, Vicente Huidobro

Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?
Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás Altazor?

Fragmento del Canto I de Altazor, Vicente Huidobro

Dices que repito
algo que he dicho antes. Lo volveré a decir.
¿Lo volveré a decir? Para llegar allí,
para llegar donde estás, para llegar desde donde no estás,
tienes que ir por un camino donde no hay éxtasis.
Para llegar a lo que no sabes
tienes que ir por un camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
tienes que ir por el camino del desposeimiento.
Para llegar a lo que no eres
tienes que ir por el camino en que no eres.
Y lo que no sabes es lo único que sabes
y lo que posees es lo que no posees
y donde estás es donde no estás.

Fragmento III del poema "East Coker", de los «Cuatro cuartetos» (Versión de José María Valverde) T. S. Eliot

"Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar"

Cortázar

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