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ACERO Y PLATA DE LUNA

Mike Blackness. Fragmento nº 12. La mutación sincopada del camaleón

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El individuo en cuestión entra en una cafetería. Mira a derecha e izquierda con atención y se dirige a la barra. Es rubio y tiene el pelo lacio y largo, lo lleva recogido en una coleta. Sus ojos son claros, diría que azules y su piel es blanca, lechosa. Lleva una camisa hawaiana y unos tejanos desgastados, deshilachados en los bajos. Va en chanclas. Pide una cerveza y se sienta en un taburete sin respaldo, tapizado con un skay negro setentero. Es uno de esos que tienen soportes para los pies y dan vueltas. Se gira en su asiento y se queda dando la espalda al camarero, los codos apoyados en la barra.

No está en el mismo universo que Mike, eso lo sabemos. Pero, en realidad, tampoco importa; no se va a quedar demasiado. Va dando saltos. De universo en universo. Algo anda buscando.

Echa otro vistazo a la clientela del local y hace un gesto de fastidio. Da un cuarto de vuelta a su taburete, coge la cerveza, le da un último trago, la vuelve a posar en la barra, da otro cuarto de vuelta a su asiento y se levanta. No hace ademán de pagar la consumición, no mira siquiera al camarero, que le observa, en silencio, con gesto extrañado, cómo enfila cansinamente hacia la salida del local. Abre la puerta, cierra imperceptiblemente los ojos y deja atrás la cafetería, ese universo.

Vuelve a entrar.

El local es diferente. Él es diferente. Pelo negro, ojos oscuros, moreno de piel, tiene la superficie de la cara irregular como si hubiese sufrido acné de joven y poca paciencia. Está gordo. No parece el mismo tipo. Definitivamente, el local tampoco es el mismo. Ahora se trata de un bar roñoso, anticuado. No es que sea antiguo, es viejo. Huele a alcohol, a cerrado, a falta de ventilación, y está oscuro, las ventanas que dan a la calle están cerradas, las persianas bajadas casi del todo; parece sucio. El color original del vetusto mobiliario es indistinguible, la tapicería está roída, los marcos de los cuadros colgados de la pared se muestran llenos de polvo, las imágenes están desvaídas, sin contraste alguno. No es un sitio agradable, desde luego. Apenas hay cuatro o cinco clientes desperdigados entre la barra y las mesas. Son gente ya de una cierta edad, con aspecto de enfermos, seguramente alcohólicos. Beben solos, apuran sus cervezas, sus copas de licor, con mirada perdida, alienados. Este antro parece la antesala de la muerte. El hombre apenas da un paso hacia el interior del local, observa el panorama durante unos pocos segundos, hace una mueca y lanza un escupitajo al mugriento suelo, algo que no desentona en absoluto con la atmósfera del local. Vuelve a salir y vuelve a entrar.

Lo que está claro es que el tipo tiene alguna clase de fijación con ese lugar.

Quizás lleve entrando y saliendo del local todo el día. Como un psicópata. O como un depredador acechando a su presa.

Todo es distinto ahora. Donde antes había oscuridad y olor rancio ahora hay luz y Chanel No 5. De repente, aquel bar repelente se ha convertido en un restaurante de moda. El local está exquisitamente decorado, pero en ningún caso se podría decir que resulte recargado, es realmente elegante; el responsable de su diseño tiene muy buen gusto, sin duda. El restaurante es verdaderamente confortable, a pesar de que tiene capacidad para albergar a muchos comensales, no hay sensación alguna de agobio. El estudio del espacio que se ha realizado es virtuoso y está optimizado al máximo. La elección de un mobiliario moderno y de calidad, unas separaciones perfectas entre las mesas, los diferentes espacios creados, los techos altos, la combinación de colores y de tejidos, el toque naturista con plantas auténticas y flores, algunas de ellas de una indudable belleza y espectacularidad, todo ello confiere al restaurante una personalidad propia. Y qué decir del personal: son amables, solícitos, y además bien parecidos, de aspecto aseado y pulcro, vestidos elegantemente con un traje de un precioso tono morado de corte oriental. Las funciones de maître recaen en la elegante mánager del restaurante, una encantadora mujer que dejó atrás hace ya algunos años su plenitud, pero bellísima todavía y que hipnotiza a sus clientes de tal manera, que aunque reciban la mala noticia de que deben esperar todavía media hora para ser sentados a una mesa, reaccionan como si les acabara de tocar la lotería. Nada más entrar al restaurante, a la izquierda, se encuentra una enorme barra de forma elíptica con capacidad para unas treinta personas y dentro de ella hay un montón de camareros que trabajan con gran profesionalidad para dar servicio a los clientes. Un poco más adelante hay una pequeña tribuna con una agenda llena de nombres, número de comensales y horas reservadas y detrás del mueble se encuentra la mánager del restaurante, que acompaña a los clientes a sus mesas o sienta en la barra a los que se presentan antes o después de su hora o sin reserva previa o a los que simplemente quieren picar algo o tomar una cerveza en un ambiente inmejorable, en ese local abarrotado de gente guapa y estilosa.

Y nuestro camaleónico viajero sonríe ampliamente en cuanto da un primer vistazo al establecimiento. Luce espléndido con su nuevo aspecto. Pelo rubio oscuro abundante, bien cortado, ojos verdes, la piel de su rostro hidratada, de aspecto luminoso, parece que acaba de salir de un centro de estética. Es alto, ancho de espaldas, se adivina musculoso dentro de su traje bien cortado, a la moda. La elegante prenda es de un color azul cobalto y le sienta como un guante. Podría seducir con facilidad a cualquier jovencita de las que proliferan en el restaurante. De eso se trata.

No tengo reserva, lo lamento, ¿mesa para dos?, espero que sí, ¿nombre? Lee, John Lee, quizá pueda conseguirle una mesa, pero no será antes de media hora o tres cuartos, ¿le supone algún problema?, en absoluto, puede tomar un aperitivo en la barra mientras tanto, le dijo la maître, acompañándole hasta un taburete milagrosamente vacío situado justo en medio de dos jovencitas que disfrutaban de la velada, cada una con su propio grupo de amigos. ¿Puedo confiar en que me cuidarán a este caballero hasta que le consiga una mesa?, preguntó con picardía la mánager del restaurante mirando alternativamente a las dos chicas, creo que es nuevo aquí, a juzgar por su acento. Eso está hecho, contestó audazmente una de ellas sonriendo a la maître, aquí somos gente educada y siempre tratamos con amabilidad a los recién llegados, sea cual sea su edad y condición, continuó mientras echaba una rápida ojeada al elegante joven, ¿no es así?, preguntó finalmente con mirada cómplice a su improvisada compañera o adversaria. Por supuesto, haremos cuanto esté en nuestras manos para que se sienta a gusto, dijo la segunda, asumiendo en seguida su papel de buena samaritana.

 
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  1. Sin perdón de Clint Eastwood
  2. Blade Runner de Ridley Scott
  3. Pulp Fiction de Quentin Tarantino
  4. Kill Bill de Quentin Tarantino
  5. Django desencadenado de Quentin Tarantino
  6. Matrix de los hermanos Wachowski
  7. Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet.
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  23. Candilejas de Charles Chaplin
  24. Mientras nieva sobre los cedros de Scott Hicks
  25. Alta fidelidad de Stephen Frears
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  29. El gran Lebowski de los hermanos Cohen
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  31. Apocalypto de Mel Gibson
  32. Tropic Thunder de Ben Stiller
  33. Madre de Darren Aronofsky
  34. La vida secreta de Walter Mitty de Ben Stiller

"Todas las familias felices se parecen unas a otras, cada familia desdichada lo es a su manera"

Ana Karenina León Tolstói

"Está bien ser uno mismo, pero sin exagerar"

Shinzaemon Shimada, samurai del film 13 asesinos de Takashi Miike

"La felicidad no es una estación término, es una manera de viajar"

Margaret Lee Runbeck

“He sido un hombre afortunado: Nada en la vida me fue fácil”

Sigmund Freud

"De Ezequiel 25:17. El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del valle de la oscuridad porque él es auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. ¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahveh cuando caiga mi venganza sobre ti!"

Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) Pulp Fiction

No he podido evitar ponerlo en el blog, me encanta. En una ocasión, cuando trabajaba de fotógrafo, le estaba haciendo una sesión a un muchacho y no se me ocurre otra cosa que ponerme allí en medio del parque a recitarle el texto de memoria. Todavía me acuerdo de la cara de perplejidad del chaval. No sé que pensó de mí. Nada bueno seguro.

Claro, el chico se llamaba Yahveh, por eso le monté el show. Gracias hermanita! Qué memoria!

"Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.
¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor.

No puedo escribir mientras estoy ansiosa, porque hago todo lo posible para que las horas pasen. Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra."

Clarice Lispector

"La auténtica patria del ser humano es el lenguaje"

Wilhem v. Humboldt

Ama tu ritmo y rima tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

Ama tu ritmo..., Rubén Darío

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.

La canción caía de los árboles,
y tras la niebla daban voces.

De una mirada encendí mi cigarro.

Cada vez que abro los labios
inundo de nubes el vacío.
En el puerto,
los mástiles están llenos de nidos,
y el viento
gime entre las alas de los pájaros.

LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO

Yo en la orilla silbando,
miro la estrella que humea entre mis dedos.

Noche, Vicente Huidobro

Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.

Aquí, Octavio Paz

El corazón del pájaro
El corazón que brilla en el pájaro
El corazón de la noche
La noche del pájaro
El pájaro del corazón de la noche

Si la noche cantara en el pájaro
En el pájaro olvidado en el cielo
El cielo perdido en la noche
Te diría lo que hay en el corazón que bulle en el pájaro

La noche perdida en el cielo
El cielo perdido en el pájaro
El pájaro perdido en el olvido del pájaro
La noche perdida en la noche
El cielo perdido en el cielo

Pero el corazón es el corazón del corazón
Y habla por la boca del corazón

En, Vicente Huidobro

El diamante de una estrella
ha rayado el hondo cielo,
pájaro de luz que quiere
escapar del universo
y huye del enorme nido
donde estaba prisionero
sin saber que lleva atada
una cadena en el cuello.

Cazadores extrahumanos
están cazando luceros,
cisnes de plata maciza
en el agua del silencio.

Fragmento de El diamante
Federico García Lorca

Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas.
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo.
Te has perdido entre las lágrimas.

Noches y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde lloras
Porque yo sé que estás llorando.
Me basta con mirarme en un espejo
Para saber que estás llorando y me has llorado.

Sólo tú salvas el llanto
Y de mendigo oscuro
Lo haces rey coronado por tu mano.

Poemas póstumos 3, Vicente Huidobro

Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?
Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás Altazor?

Fragmento del Canto I de Altazor, Vicente Huidobro

Dices que repito
algo que he dicho antes. Lo volveré a decir.
¿Lo volveré a decir? Para llegar allí,
para llegar donde estás, para llegar desde donde no estás,
tienes que ir por un camino donde no hay éxtasis.
Para llegar a lo que no sabes
tienes que ir por un camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
tienes que ir por el camino del desposeimiento.
Para llegar a lo que no eres
tienes que ir por el camino en que no eres.
Y lo que no sabes es lo único que sabes
y lo que posees es lo que no posees
y donde estás es donde no estás.

Fragmento III del poema "East Coker", de los «Cuatro cuartetos» (Versión de José María Valverde) T. S. Eliot

"Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar"

Cortázar

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